Celebramos más un año el 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano. Una celebración marcada este año por el 50º aniversario del 1º Congreso Mundial Gitano, celebrado en Londres, en el que se adoptaron los símbolos propios del Pueblo Gitano: la bandera azul y verde con una rueda roja, y el himno Gelem, Gelem.
En España tuvimos que esperar muchos años para avanzar en el reconocimiento institucional. A petición del Congreso de los Diputados, el Gobierno de España reconoció en 2018 el 8 de abril como Día del Pueblo Gitano, así como el uso de la bandera y el himno gitanos.
Afortunadamente, cada vez más instituciones y personas se suman año a año a esta celebración, en un gesto simbólico de reconocimiento a una identidad cultural y a una historia y cultura apenas conocida por la mayoría de nuestra sociedad. Una historia de resistencia marcada por las persecuciones, el rechazo y la discriminación, pero también por gitanos y gitanas que contribuyeron desde distintos ámbitos al desarrollo cultural, artístico, social y económico de nuestro país.
Un motivo de celebración es que por fin veremos la historia y la cultura del Pueblo Gitano en las escuelas, como parte del currículo educativo. La nueva Ley de Educación, aunque tarde, viene a reparar de alguna manera una injusticia secular: la invisibilidad del Pueblo Gitano en la trayectoria histórica de nuestro país.
Esta celebración del 50º aniversario llega tras más de un año de pandemia, y este Día del Pueblo Gitano queremos que sea también un sentido homenaje para todas aquellas personas que perdemos en este último año, muy especialmente un homenaje a las personas gitanas mayores, pilar fundamental de las familias, hombres y mujeres de respeto, que supieron transmitir a las distintas generaciones los valores y el orgullo de la identidad gitana.
Mas la crisis sanitaria que vivimos en este último año no solo llevó muchos de nuestros seres más amantes, sino que trajo consigo un agravamiento de las condiciones sociales y económicas para aquellas familias gitanas que ya estaban en situación de pobreza y exclusión social. Les impidió ganaren la vida a través de la venta ambulante o se vieron expulsados de un mercado laboral que viven desde la precariedad.
El alumnado gitano, ya por la espalda del promedio, se vio en gran medida relegado por la digitalización de la enseñanza. La crisis fue especialmente dura para aquellos que aún viven en asentamientos y barrios muy vulnerables. Y no podemos olvidar que el rechazo y la discriminación, y especialmente el discurso de odio en redes, se cebó con la comunidad gitana durante la pandemia, señalándola muchas veces como foco de transmisión o como no cumplidora de las normas.
Y es que en esto poco cambiaron las cosas, y, a pesar de los avances, los gitanos y gitanas siguen estando por la espalda y a gran distancia del resto de la sociedad en el gozo de derechos fundamentales como el empleo decente, educación de calidad, una vivienda digna o el derecho a la no discriminación.
El reconocimiento institucional del Pueblo Gitano, mas también la garantía de la igualdad de oportunidades y de trato para los gitanos y gitanas, debe ser un compromiso efectivo de los poderes públicos en la celebración de este 50º aniversario de la instauración del Día del Pueblo Gitano. Un compromiso que, en esta etapa de reconstrucción y recuperación del país tras la crisis provocada por el coronavirus, debe traducirse en medidas concretas para reducir la desigualdad, luchar contra la discriminación, y avanzar en derechos y ciudadanía del Pueblo Gitano. No esperemos otros 50 años para reparármelos esta injusticia histórica.